Durante años, las uñas de gel han sido objeto de todo tipo de opiniones, recomendaciones contradictorias, malos resultados y también, por supuesto, experiencias excepcionales. En el imaginario colectivo conviven mitos que las demonizan con promesas que las venden como indestructibles. Pero pocas veces se habla de la verdad con rigor: las uñas de gel no son un producto milagroso, sino una técnica profesional que exige conocimiento, precisión, buenos materiales y, sobre todo, conciencia por parte del cliente.

En este artículo queremos desmitificar, educar y también hacer una llamada de atención: para que la calidad de los servicios aumente, también debe subir el estándar de calidad del cliente. No se trata solo de exigir, sino también de comprender, cuidar, valorar y colaborar.

❌ Mito 1: “Las uñas de gel dañan la uña natural”

Esta afirmación es falsa, pero con matices. Las uñas de gel mal hechas, mal retiradas o mal mantenidas, sí pueden dañar la uña natural. Pero cuando el trabajo se realiza por una profesional cualificada, que respeta la anatomía de la uña y utiliza productos seguros, el gel protege la uña natural, dándole estructura, resistencia y la posibilidad de crecer sana.

Lo que daña la uña no es el gel en sí, sino el desconocimiento y la falta de técnica.

❌ Mito 2: “Todas las uñas de gel son iguales”

No. Hay uñas de gel con tips, esculpidas sobre molde, con base rígida o semirrígida, cortas, demasiado largas, gruesas y finas, con construcción natural o artística. Y dentro de cada técnica, hay niveles de calidad muy distintos.

Una uña de gel no se define solo por el material, sino por cómo se trabaja, cuánto se respeta la forma natural de la uña, el grosor, la estructura, el sellado, la higiene y la adaptación al estilo de vida de cada clienta. No es lo mismo una aplicación básica en 40 minutos que una construcción técnica adaptada a una uña compleja en 3h.

❌ Mito 3: “Una buena uña de gel no se rompe nunca”

Ojalá fuera tan simple. Una buena estructura bien trabajada tiene una altísima resistencia, pero sigue siendo una extensión sobre una base viva: la uña natural. Si hay golpes, uso agresivo de las manos, productos abrasivos, o se fuerza la uña (por ejemplo, abriendo una lata con la punta), puede romperse.

El gel no hace magia. Si buscas uñas ultrafinas que parezcan naturales, pero pretendes que resistan como un guante de acero, algo fallará. El equilibrio entre estética y resistencia debe ser consensuado entre profesional y clienta.

✅ Verdad 1: El mantenimiento correcto es clave

Las uñas de gel requieren mantenimiento cada 3-4 semanas, según el ritmo de crecimiento. Dejar pasar más tiempo desequilibra la estructura y aumenta el riesgo de roturas, desprendimientos, daños en la placa ungueal o entrada de humedad. No acudir a rellenos cuando toca no solo afecta la estética, sino también la salud de la uña.

El compromiso del cliente en este punto es tan importante como el trabajo del técnico.

✅ Verdad 2: La retirada debe ser profesional

No, no se arranca el gel como quien despega un sticker. Las uñas de gel deben retirarse con torno, por capas, sin llegar a tocar directamente la uña natural si no es necesario, respetando los tiempos y observando si la uña crece sana.

Cuando una clienta retira las uñas en casa sin conocimientos, puede limar en exceso, despegar capas de queratina, o generar una lesión. Luego culpará al producto o a la profesional, cuando el daño viene de la autogestión.

✅ Verdad 3: La clienta también tiene responsabilidad

Aquí viene una parte delicada, pero imprescindible. Si queremos ofrecer un servicio impecable, seguro y duradero, necesitamos un cliente informado, consciente y exigente de forma sana. El estándar de calidad no depende solo de la técnica. También depende de:

  • Respetar los tiempos de cita y mantenimiento.

  • No acudir con productos o esmaltes previos sin avisar.

  • Informar si se ha hecho algo en casa.

  • Seguir las recomendaciones de cuidado entre citas.

  • Aceptar el consejo profesional sobre longitudes, formas o tipos de construcción.

Una clienta que exige lo mejor, pero no cuida sus uñas, no sigue indicaciones, ni entiende el trabajo que hay detrás, está limitando el resultado y la evolución del servicio.

La calidad se construye entre dos

En Nenha llevamos años trabajando para profesionalizar este sector y para dignificar una técnica que muchos aún ven como un simple adorno. Pero unas buenas uñas de gel no son un lujo superficial: son un compromiso estético, técnico y de salud.

Las clientas que entienden esto se convierten en nuestras mejores aliadas. No solo lucen uñas impecables, sino que también valoran el tiempo, la precisión, la escucha y la personalización que hay detrás. Son clientas que no buscan rapidez, ni precio bajo, sino excelencia, y están dispuestas a colaborar con nosotras para conseguirlo.

Abrir la mente: el gel no es un producto. Es un arte técnico

Para que todo esto funcione, hay que abrir la mente. Dejar atrás el concepto de “quiero uñas bonitas y baratas”, y empezar a pensar en términos de prevención, durabilidad, profesionalismo y estética personalizada.

Las uñas de gel bien hechas no tienen por qué doler, ni oler fuerte, ni romperse en tres días. Pero tampoco son impermeables a los errores o los malos hábitos.

La evolución del servicio viene acompañada de una evolución en el cliente. Si sube la formación, la técnica y la calidad… también debe subir la conciencia del valor real del trabajo. Porque las uñas de gel no son un producto: son una alianza entre técnica y cuidado compartido.

¿Tu gel se levanta? Las manicuristas advierten que esto suele deberse a una cura incompleta, exposición a la humedad o limpiezas agresivas—lo explica muy bien este artículo técnico: Why Are My Nail Extensions Lifting?.”